Los ataques al tráfico marítimo indispensable en los estrechos del mar Rojo por parte de una decidida banda de militantes en Yemen —una repercusión de la guerra entre Israel y Hamás en la franja de Gaza— le está inyectando otra dosis de inestabilidad a una economía mundial que está batallando con las tensiones geopolíticas en aumento.
El riesgo de escalada del conflicto en Medio Oriente es la última de una serie de crisis impredecibles, como la pandemia del COVID-19 y la guerra en Ucrania, que han ocasionado profundas heridas a la economía mundial, la han desviado de su curso y le han dejado cicatrices.
Por si fuera poco, hay más inestabilidad en el horizonte debido a la oleada de elecciones nacionales cuyas repercusiones podrían ser profundas y prolongadas. Más de dos mil millones de personas en unos 50 países —entre ellos India, Indonesia, México, Sudáfrica, Estados Unidos y los 27 países del Parlamento Europeo— acudirán a las urnas el año entrante. En total, los participantes en la olimpiada electoral de 2024 dan cuenta del 60 por ciento de la producción económica mundial.
En las democracias sólidas, los comicios se están llevando a cabo en un momento en que va en aumento la desconfianza en el gobierno, los electores están muy divididos y hay una ansiedad profunda y constante por las perspectivas económicas
Incluso en los países donde las elecciones no son ni libres ni justas, los dirigentes se muestran receptivos a la salud de la economía. Este otoño, el presidente Vladimir Putin tomó la decisión de exigirles a los exportadores que convirtieran las divisas a rublos, tal vez con el fin de apuntalar la moneda rusa y aplacar los precios antes de las elecciones presidenciales de Rusia que se llevarán a cabo en marzo.
Los ganadores tomarán decisiones políticas fundamentales que influirán en los subsidios a las fábricas, los incentivos fiscales, las transferencias tecnológicas, el desarrollo de la inteligencia artificial, los controles regulatorios, las barreras comerciales, las inversiones, la reducción de la deuda y la transición energética.
Una oleada de triunfos electorales que lleven al poder a populistas furiosos podría ocasionar que los gobiernos impongan un control más estricto al comercio, la inversión extranjera y la inmigración. Diane Coyle, profesora de Políticas públicas en la Universidad de Cambridge, señaló que políticas de ese tipo podrían inclinar la economía global hacia “un mundo muy diferente del que estamos acostumbrados”.
En muchos lugares, el escepticismo acerca de la globalización ha sido propiciado por el estancamiento de los ingresos, el declive de los niveles de vida y la desigualdad creciente. Sin embargo, Coyle afirmó que “un mundo en el que se reduce el comercio es un mundo en el que se reducen los ingresos”.
Lo anterior incrementa la posibilidad de caer en un “círculo vicioso”, ya que es probable que la elección de nacionalistas de derecha debilite más el crecimiento a nivel mundial y dañe el futuro de la economía, advirtió.
Muchos economistas han comparado los recientes acontecimientos en materia económica con los de la década de 1970, pero a Coyle la década que le venía a la mente era la de 1930, cuando los trastornos políticos y los desequilibrios financieros “se materializaron en populismo y en declive del comercio y, finalmente, en políticas extremas”.
Las elecciones más grandes del próximo año tendrán lugar en India. Al ser actualmente la economía de mayor crecimiento en el mundo, está tratando de competir con China como el centro manufacturero del mundo. Las elecciones presidenciales de Taiwán en enero podrían aumentar las tensiones entre Estados Unidos y China. En México, los comicios determinarán el planteamiento del gobierno con respecto a la energía y la inversión extranjera. Además, el nuevo presidente en Indonesia podría cambiar las políticas relacionadas con minerales importantísimos, como el níquel.
Desde luego que las elecciones presidenciales en Estados Unidos serán, por mucho, las más importantes para la economía mundial. La contienda que se aproxima ya está influyendo en la toma de decisiones. La semana pasada, Washington y Bruselas acordaron suspender los aranceles del acero y el aluminio europeos, así como de las motocicletas y el whisky estadounidenses hasta pasadas las elecciones.
Este acuerdo permite que el presidente Joe Biden proyecte una postura firme respecto a los acuerdos comerciales en plena lucha por los votos. El expresidente Donald Trump, el candidato republicano más probable, ha defendido políticas comerciales proteccionistas y ha propuesto imponer un arancel del 10 por ciento a todas las mercancías que ingresen a Estados Unidos, una medida combativa que, inevitablemente, haría que otros países tomaran represalias.
Trump, quien ha imitado a los líderes autoritarios, también ha señalado que daría marcha atrás a la sociedad de Estados Unidos con Europa, retiraría el apoyo a Ucrania y tendría una postura de mayor confrontación con China.
“El resultado de las elecciones podría traer cambios de gran alcance en temas de política interior y exterior, entre ellos, el cambio climático, las regulaciones y las alianzas a nivel mundial”, concluyó en un informe reciente la empresa consultora EY-Parthenon.
Hasta ahora, es variado el panorama de la economía global del próximo año. En la mayor parte del mundo, el crecimiento sigue siendo lento y decenas de países en desarrollo están en riesgo de no poder pagar su deuda pública o soberana. En el lado positivo del balance, la rápida caída de la inflación está impulsando a los bancos centrales a disminuir las tasas de interés o, al menos, a frenar su aumento. La reducción de los costos de los préstamos por lo general estimula la inversión y la compra de viviendas.
A medida que el mundo sigue fracturándose en alianzas incómodas y bloques rivales, es probable que los problemas de seguridad afecten aún más las decisiones económicas de lo que lo han hecho hasta ahora.
China, India y Turquía incrementaron sus compras de petróleo, gas y carbón rusos después de que Europa las redujo drásticamente a raíz de la invasión a Ucrania por parte de Moscú. Al mismo tiempo, las tensiones entre China y Estados Unidos impulsaron a Washington a responder al apoyo firme que Pekín ha dado a la industria desde hace muchos años ofreciendo enormes incentivos para los vehículos eléctricos, los semiconductores y otros artículos considerados fundamentales para la seguridad nacional.
Los ataques con drones y misiles en el mar Rojo perpetrados por la milicia hutí respaldada por Irán son una señal más de la fragmentación creciente.
En los últimos meses, han surgido otros actores más pequeños, como Yemen, Hamás, Azerbaiyán y Venezuela, que están intentando cambiar el orden establecido, señaló Courtney Rickert McCaffrey, una analista geopolítica en EY-Parthenon y autora del reciente informe.
“Aun cuando estos conflictos son más pequeños, de todos modos pueden afectar de formas inesperadas las cadenas de suministro a nivel mundial”, comentó. “El poder geopolítico se está dispersando”, y eso contribuye a la inestabilidad.
Los ataques de los hutíes a barcos de todo el mundo en el estrecho de Bab el-Mandeb —llamado acertadamente “La puerta de las lágrimas”—, en la parte sur del mar Rojo, han hecho subir las tarifas de los fletes y seguros, así como los precios del petróleo, al mismo tiempo que han causado el desvío del tráfico marítimo hacia una ruta mucho más larga y costosa alrededor de África.
La semana pasada, Estados Unidos indicó que ampliaría una coalición militar para garantizar la seguridad de los barcos que pasan por esta ruta comercial, a través de la cual transita el 12 por ciento del comercio global. Se trata del mayor redireccionamiento del comercio mundial desde la invasión de Rusia a Ucrania en febrero de 2022.
Claus Vistesen, economista jefe para la Eurozona de Pantheon Macroeconomics, afirmó que el impacto de los ataques había sido limitado hasta el momento. “Desde una perspectiva económica, no estamos viendo un gran aumento de los precios del petróleo y el gas”, dijo Vistesen, aunque reconoció que los ataques del mar Rojo eran el “punto álgido más obvio a corto plazo”.
Sin embargo, la incertidumbre tiene un efecto moderador sobre la economía. Las empresas tienden a adoptar una actitud expectante en materia de inversión, expansión y contratación.
“La persistente inestabilidad en las relaciones geopolíticas y geoeconómicas entre las principales economías es la mayor preocupación para los directores de riesgo tanto en el sector público como en el privado”, reveló una encuesta de mitad de año del Foro Económico Mundial.
Debido a los conflictos militares continuos, los episodios crecientes de clima extremo y la gran cantidad de comicios importantes en puerta, es probable que el año 2024 traiga más de lo mismo.
Patricia Cohen escribe sobre economía global con sede en Londres. Más de Patricia Cohen