Como congresista de perfil bajo que representaba a su distrito, profundamente republicano, el representante Mike Johnson adoptó las posiciones de un partidario de línea dura.
Votó en contra de los esfuerzos para enviar ayuda a Ucrania, alegando una supervisión insuficiente del destino del dinero. Se opuso al proyecto de ley de financiación provisional que el entonces presidente de la Cámara de Representantes, Kevin McCarthy, presentó para evitar el cierre del gobierno. También respaldó una amplia revisión de la ley que sustenta un programa de vigilancia sin orden judicial, favorecida por los libertarios y vilipendiada por los legisladores de derecha que desconfían de las fuerzas de seguridad federales.
Pero Johnson ha cambiado considerablemente de tono desde que se convirtió en el presidente de la Cámara de Representantes, lo que ha disgustado e indignado a los legisladores de derecha con los que antes conformaba un frente común.
Tras meses negándose a presentar un proyecto de ley para enviar más ayuda a Ucrania, Johnson busca ahora la manera de sacarlo adelante, tras haber prometido en privado que el Congreso “haría su trabajo”. A pesar de haber prometido en otoño que no aprobaría otra ley de financiación provisional para mantener abierto el gobierno, presentó varias para disponer de más tiempo con el fin de negociar acuerdos de financiación con los demócratas, algo que generó la oposición de muchos de sus miembros. Y el miércoles, el presidente de la Cámara de Representantes intentó someter a votación, sin éxito, un proyecto de ley que introduce cambios más modestos en el programa de vigilancia, a pesar de las objeciones de legisladores y activistas de la extrema derecha que han intentado ponerle límites estrictos.
“Mike Johnson, miembro del Comité Judicial de la Cámara de Representantes, tiene un asunto pendiente con el presidente de la Cámara, Mike Johnson”, dijo Adam Brandon, presidente de FreedomWorks, un grupo de defensa de centroderecha, en un comunicado en el que criticaba su cambio en el proyecto de ley de inteligencia.
Como administrador del gobierno federal —su cargo es el segundo en la línea de sucesión a la presidencia— y en su rol de gestor de la escasa mayoría de su partido, Johnson ha tenido que impulsar proyectos de ley a los que antes se oponía para satisfacer las exigencias básicas del gobierno y, a menudo, los ha impulsado con los votos demócratas.
Esta dinámica se evidenció el martes, cuando los legisladores regresaron al Capitolio luego de su receso de Pascua, y Johnson, con una mayoría cada vez más reducida y un congreso profundamente dividido, se enfrentó a una complicada agenda legislativa.
Mientras sus colegas de línea dura a menudo votan para bloquear la legislación, en contra de un antiguo axioma de la mayoría, Johnson a menudo se ha visto obligado a sortear su oposición al eludir las normas tradicionales de la Cámara y utilizando un procedimiento que prohíbe cambios en la legislación, limita el debate y requiere una mayoría de dos tercios para aprobar los proyectos de ley. Este planteamiento prácticamente garantiza que todo lo que proponga cuente con apoyo bipartidista.
“Tenemos que darnos cuenta de que no puedo lanzar un pase milagroso en cada jugada. Son tres yardas y una nube de polvo”, dijo en una entrevista en Fox News el mes pasado, utilizando un término que describe una estrategia ofensiva lenta. “Lo que tenemos que hacer en una época de gobierno dividido históricamente, como ahora, es crear consenso. Si queremos sacar adelante una medida partidista, tengo que contar con todos y cada uno de los miembros, literalmente. Y algunas cosas tienen que ser bipartidistas”.
Johnson ha señalado una serie de victorias modestas —que ha descrito a sus colegas republicanos como si fuesen partidos de tenis de dobles e individuales— argumentando que ha utilizado la escasa influencia que tiene para conseguir algunas victorias conservadoras.
En la segunda tanda de proyectos de ley aprobados el mes pasado para mantener la financiación del gobierno hasta el otoño, los negociadores republicanos consiguieron financiación para un aumento de las nuevas camas de detención gestionadas por el Servicio de Inmigración y Control de Aduanas, 2000 nuevos agentes de la Patrulla Fronteriza y una disposición que cortaba la ayuda a la principal agencia de la ONU que proporciona asistencia a los palestinos. Además se recortó la financiación del Departamento de Estado y los programas de ayuda exterior, eterno blanco de la ira conservadora, en aproximadamente un 6 por ciento.
Sus discusiones sobre la financiación de Ucrania han incluido la idea de vincular la ayuda a Kiev a una medida que obligaría al presidente Joe Biden a revocar una moratoria sobre nuevos permisos para instalaciones de exportación de gas natural licuado, en lo que los republicanos verían como una victoria política contra la agenda climática del presidente demócrata, así como una manera de ahogar los ingresos rusos por la venta de gas.
Y en una carta dirigida a su grupo a fines de la semana pasada, Johnson señaló la inclusión de “56 reformas específicas” en la ley de vigilancia que intentó someter a votación el miércoles, argumentando que los republicanos tenían “una oportunidad para aprobar el conjunto más significativo de reformas de inteligencia desde” que la ley fue promulgada en 1978.
La ley, que renovaría una herramienta conocida como 702, añadiría requisitos de supervisión a un programa que permite que los servicios de inteligencia puedan vigilar a personas extranjeras en otros países sin orden judicial. Pero no incluye un requisito que Johnson ha apoyado y que obligaría a los funcionarios a obtener una orden antes de buscar en un repositorio de datos utilizando el nombre de un estadounidense u otro identificador.
“Si nuestro proyecto de ley fracasa, nos enfrentaremos a una elección imposible y podemos esperar que el Senado nos atasque con una prórroga que no incluya ninguna reforma”, escribió Johnson. “Resulta claro que esa es una opción inaceptable”.
Estas medidas han servido de poco para apaciguar al sector de línea dura de sus colegas, cuyos miembros se han mostrado cada vez más agitados por la serie de decisiones gubernamentales que ha tomado Johnson. El miércoles por la tarde no apoyaron el proyecto de ley de inteligencia en una votación de procedimiento.
La votación sobre la ayuda exterior puede ser especialmente peligrosa para él, porque el bloqueo de la ayuda a Ucrania es una de las principales prioridades de Marjorie Taylor Greene, representante republicana por Georgia, quien ha lanzado una amenaza para destituir a Johnson.
En una mordaz carta enviada a sus colegas en la que aboga por su destitución, Greene señala que, como congresista, Johnson se opuso a la ayuda a Ucrania en repetidas oportunidades.
El único voto de Johnson a favor de enviar dinero a Kiev se produjo semanas después del inicio de la invasión, y vinculó un paquete de ayuda de 13.600 millones de dólares a la financiación de la seguridad nacional y la defensa. En las votaciones que siguieron, se opuso al envío de más ayuda.
“No deberíamos enviar otros 40.000 millones de dólares al extranjero cuando nuestra propia frontera es un caos, las madres estadounidenses luchan por encontrar leche de fórmula para bebés, los precios de la gasolina están en máximos históricos y las familias estadounidenses luchan por llegar a fin de mes, sin tener la supervisión necesaria sobre el destino del dinero”, dijo en mayo de 2022, explicando su voto negativo.
Años después, como presidente de la Cámara de Representantes, Johnson ha seguido pidiendo una mejor supervisión de la financiación estadounidense a Ucrania. Pero también ha esgrimido otro argumento.
“Entendemos el papel que Estados Unidos desempeña en el mundo”, dijo en una conferencia de prensa el mes pasado. “Entendemos la importancia de enviar una señal fuerte al mundo, de que estamos al lado de nuestros aliados y no podemos permitir que terroristas y tiranos marchen por el mundo”.
Luke Broadwater colaboró con reportería.
Catie Edmondson es reportera del buró de Washington y cubre el Congreso. Más de Catie Edmondson