Olena Matvienko sabe que no hay tanto hogar al cual volver.
Los rusos capturaron su ciudad, Mariúpol, poco después de invadir Ucrania. Un misil ruso destruyó su antiguo edificio de apartamentos. Mataron a su hija y a su nieta en la ciudad. Aun así, a Matvienko, de 66 años, le gustaría volver.
Pero tras los comentarios del presidente Donald Trump y de su secretario de Defensa esta semana, en los que señalaban que Ucrania tendría que ceder territorio como parte de un acuerdo de paz, le preocupa que Mariúpol pase a formar parte de Rusia. Y está horrorizada.
“Si se les arrebatara una parte de Estados Unidos, me gustaría ver cómo reaccionarían”, dijo Matvienko, una de aproximadamente 4,6 millones de ucranianos que han huido de sus hogares en los territorios ocupados y Crimea para vivir en otros lugares de Ucrania. “Es como arrancarle un brazo o una pierna a un hombre y luego decirle: ‘Que se quede como está’”.
Trump ha prometido poner fin rápidamente a la guerra, desencadenada por la invasión a gran escala de Rusia a su vecino hace tres años. Esta semana, él y su secretario de Defensa, Pete Hegseth, entregaron públicamente a Moscú dos grandes trofeos antes incluso de que comiencen las negociaciones de paz, al afirmar que Rusia podría conservar al menos parte del territorio ucraniano que ha capturado y que Ucrania no se unirá a la OTAN en un futuro cercano.
Rusia ha capturado alrededor del 20 por ciento de Ucrania, incluida Crimea, de la que se apoderó en 2014. Si el acuerdo esbozado por los funcionarios estadounidenses esta semana sale adelante, muchas personas que han perdido sus hogares en la guerra probablemente tendrán pocas posibilidades de regresar.
En el futuro, habría dos Ucranias: la controlada por Kiev, y un maltrecho satélite ruso al este, con muchas familias ucranianas divididas entre ambas.
“Esta cadena de declaraciones de Trump es una cadena de humillación para la gente como yo, gente que creía que había ley y justicia en el mundo”, dijo Anna Murlykina, periodista de 50 años que huyó de Mariúpol a Kiev en 2022.
“Cuando vives en un mundo que se desmorona bajo tus pies”, dijo, “lo único que te ayuda a sobrevivir es creer en lineamientos, en países democráticos civilizados que defienden los valores. Cuando países como Estados Unidos dejan de ser columnas, no hay nada para tener esperanza”.
Al explicar la postura estadounidense, el secretario de Defensa, Pete Hegseth, dijo que era “poco realista” insistir en el retorno a las antiguas fronteras de Ucrania. Eso, dijo, “solo va a prolongar la guerra y causar más sufrimiento”.
Es difícil saber cuántas personas siguen en los territorios ocupados. Según una estimación, el pasado junio vivían allí unos seis millones de personas, entre ellas 1,5 millones de niños.
Algunos pueblos han sido bombardeados con tanta intensidad que ahora parecen paisajes lunares. La gente se queja de la falta de alcantarillado, agua, electricidad y otros servicios públicos, mientras las escuelas pretenden adoctrinar a los niños ucranianos con la ideología rusa.
Una mujer de Berdiansk, puerto marítimo capturado por Rusia en 2022, dijo que la ciudad se recuperaba lentamente, aunque quedaban pocos habitantes originales. Dijo que no había apoyado la invasión rusa y que, al igual que otros que se quedaron, solo intentaba vivir su vida.
La mujer, que habló bajo condición de anonimato porque teme represalias, dijo que le enfurecía que algunas personas en Ucrania llamaran traidores a quienes se quedaron. “No traicionamos a nadie”, dijo. “Vivimos en nuestra propia tierra, en nuestras propias casas, y simplemente intentamos sobrevivir en las circunstancias en que nos encontramos”.
Liubov, de 64 años, quien pidió que solo se utilizara su nombre de pila porque teme a los rusos, huyó de Melitópol, en el este de Ucrania, en 2022, y se trasladó a Zaporiyia, que ahora está cerca del frente. Dijo que estaba preocupada por su hijo, quien lucha para el ejército ucraniano.
“Es ingenuo, lo sé, pero de verdad estaba esperando a Trump”, dijo Liubov. “Todos los que conocía decían que era tan impredecible que quizá fuera el hombre que iba a detener la guerra”.
Ahora ella, como otros ucranianos del este, se pregunta cuál podría ser el costo de la paz para ellos.
“Solía fantasear sobre cómo volvería a casa, a Melitópol, limpiaría mi casa de esos bastardos, porque ahora viven allí”, dijo Liubov. “Iba a plantar rosas nuevas, porque allí nadie se preocupa del jardín, y probablemente muchas flores ya no estén”.
Para algunas familias, la división es algo más que geográfica.
Una mujer de 55 años, por ejemplo, vive en Dnipró, en la parte de Ucrania controlada por Kiev, mientras que dos hijos viven al otro lado de la línea del frente. Su hijo menor, de 20 años, está atrapado en la casa familiar en un pueblo de Donetsk. Dijo que no hablaba con su hijo mayor, quien se ha puesto del lado de Rusia.
No es el único. Durante años, el presidente Vladimir Putin ha fomentado la idea de que Ucrania como país no debería existir, que pertenece a Rusia, tal como fue durante la Unión Soviética. Y en algunas partes del este de Ucrania, especialmente cerca de la frontera, algunos ucranianos han apoyado la idea de unirse a Rusia.
El gobierno ucraniano lleva mucho tiempo diciendo que su objetivo es restablecer sus fronteras al estado en que se encontraban antes de que Rusia capturara Crimea, pero en los últimos meses, el presidente Volodímir Zelenski ha cambiado su postura en público. Ahora dice que Ucrania podría tener que ceder terreno a Rusia temporalmente en un acuerdo de paz y luego intentar recuperarlo más tarde por medios diplomáticos.
Encuestas recientes muestran que, hartos de la guerra, más ucranianos que nunca están dispuestos a cambiar territorio por paz; en noviembre, una encuesta de Gallup decía que más de la mitad de los encuestados querían un rápido final negociado de la guerra.
Durante el gobierno de Joe Biden, Estados Unidos era el mayor patrocinador de Ucrania. Sin embargo, Trump y su equipo se muestran escépticos respecto a la participación estadounidense en la guerra.
Sin Estados Unidos de su lado, no está claro cómo podrá Ucrania seguir luchando, ni qué vías diplomáticas tiene a su disposición para arrebatar territorio a Rusia. Si cesa el apoyo estadounidense, Europa y otros aliados podrían tener que aumentar drásticamente la ayuda militar. El país ya tiene dificultades para reclutar nuevos soldados.
Muchos ucranianos de los territorios ocupados dicen que tienen miedo de hablar, especialmente con sus familiares en otros lugares de Ucrania, pues les preocupa que sus teléfonos estén vigilados. Cuando hablan, como el hombre de 20 años del lado ruso del frente y su madre en Dnipró, optan por temas poco controvertidos, como el bosque o el estado del tiempo.
Los civiles rusos ya se han trasladado a algunas zonas ocupadas, atraídos por las hipotecas baratas y las propiedades abandonadas. Algunos agentes inmobiliarios están reclutando activamente a compradores rusos para propiedades frente al mar en lugares como Mariúpol y Crimea.
Una mujer de Crimea, que habló anónimamente por temor a represalias, dijo en una entrevista que ella y sus vecinos se habían adaptado a las instituciones rusas. Dijo que se había quedado en Crimea porque quería criar a sus hijos en su patria, pero hay pocas esperanzas.
Mucha gente se encuentra en un punto emocional bajo debido a toda la incertidumbre, dijo. “No entiendo qué perspectivas tenemos mis hijos o yo”, dijo. “Es increíblemente desalentador”.
Matvienko, la mujer cuya hija y nieta fueron asesinadas en Mariúpol, adquirió cierto renombre en Ucrania tras huir de esa ciudad al volver al territorio controlado por Rusia para recuperar a su nieto de 10 años, que había resultado herido en el ataque que mató a su madre.
Sus amigos dicen que la gente se ha trasladado a Mariúpol desde las repúblicas rusas, y le cuentan historias de horror sobre la vida allí ahora.
“Pueden entrar en cualquier casa, echar al propietario y quedársela”, dijo Matvienko. “Pueden confiscar tu negocio, tu coche”.
“Hay una anarquía absoluta”, añadió, “nadie con quien quejarse, nadie que restablezca el orden”.
Una amiga, con la que solía hablar a menudo en un canal de las redes sociales, ha enmudecido, dijo. Nadie sabe dónde está.
Oleksandra Mykolyshyn y Dzvinka Pinchuk colaboraron con reportería desde Kiev, y Yurii Shyvala desde Leópolis, Ucrania.
Kim Barker es una reportera del Times que escribe reportajes en profundidad sobre temas nacionales. Más de Kim Barker