David Guttenfelder viajó dos veces por la frontera noreste de Ucrania en los meses previos a que las tropas rusas volvieran a cruzar.
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Los invasores no habían regresado. No todavía. Pero a lo largo de los aproximadamente 960 kilómetros del territorio fronterizo del noreste de Ucrania que The New York Times visitó a finales del año pasado y de nuevo a principios de la primavera, la guerra nunca se ha ido.
Gran parte de esta zona, en las regiones de Járkov y Sumy, solía estar cubierta de tierras agrícolas. Ahora, una granja albergaba una unidad antisabotaje —compuesta por rusos anti-Putin, para evitar el envío de tropas ucranianas a Rusia— que se preparaba antes del amanecer para una incursión transfronteriza.
Los campos están demasiado expuestos al fuego ruso como para que alguien intente cosechar. En su lugar, están repletas de “dientes de dragón”, barreras antitanques de hormigón típicamente unidas con cables y enhebradas con alambre de púas.
En 2022, las tropas rusas invadieron esta zona y casi llegaron a las puertas de ciudades grandes como Járkov y Sumy. Luego, antes de finalizar ese año, las fuerzas ucranianas los obligaron a retroceder y a cruzar de nuevo la frontera a su país.
Los militares rusos comenzaron una nueva ofensiva en la región de Járkov el mes pasado. Pero estas localidades, que se encuentran a menos de 16 kilómetros de la frontera, siempre estuvieron al alcance del fuego de artillería.
Las alarmas no pueden dar suficiente tiempo de advertencia para un bombardeo desde tan cerca, y las defensas aéreas no pueden repelerlo. Los residentes dependen de las entregas de ayuda humanitaria, y la larga y fría espera por los suministros se produce bajo bombardeos casi diarios.
Los bombardeos y los ataques con drones ya se estaban intensificando antes incluso de la nueva ofensiva terrestre.
Además, las fuerzas militares ucranianas ya estaban transformando el entorno: nuevos laberintos de trincheras y búnkeres, más zonas restringidas y vastos campos y bosques repletos de minas terrestres. En los puestos de control, soldados nerviosos pilotaban drones para escanear las carreteras aledañas.
En poco tiempo, aseguró el alcalde de una aldea que se encuentra dentro del alcance de la artillería rusa, no habrá nada que fotografiar excepto perros callejeros y escombros.
El gobierno civil ha tenido problemas para proporcionar suministros y necesidades básicas o para convencer a los residentes de que evacúen por completo. Las escuelas enseñan de forma remota o en búnkeres subterráneos.
La guerra está provocando cambios radicales en una zona donde las familias suelen tener integrantes tanto en Rusia como en Ucrania y donde una fe y una cultura en común se extiende a través de la frontera. Incluso ahora, sigue abierto un cruce fronterizo para los civiles en la región de Sumy.
En la aldea de Richky, a unos 10 kilómetros de la frontera rusa en la región de Sumy, el padre Bohdan de la Iglesia ortodoxa ucraniana afirmó que tras un incremento de los ataques rusos, muy pocas personas podían asistir a la iglesia. Ahora “es solo en las festividades, como la Pascua, que la iglesia está llena”, dijo.
Sus dos hijos se mudaron a Polonia con sus familias antes de que empezara la guerra a gran escala en febrero de 2022. Bohdan y su esposa han resistido el impulso de mudarse al extranjero también.
“Es mi pueblo natal”, afirmó. “¿Cómo podría irme a otro lado?”.
En algunas ciudades y pueblos solo quedaban unas pocas personas, en su mayoría mujeres y personas mayores que no tenían adónde ir. Vovchansk, que se convirtió nuevamente en un campo de batalla en mayo después de que las fuerzas rusas cruzaron la frontera en la región de Járkov, tenía alrededor de 2000 residentes en diciembre, mucho menos que su población antes de la guerra de alrededor de 17.000. Se había deteriorado visiblemente en la primavera.
Las cicatrices de la invasión y los bombardeos habían hecho inhabitables algunos asentamientos recuperados.
La nueva ofensiva de Rusia en Járkov comenzó en el momento quizás más vulnerable de Ucrania desde el inicio de la guerra a gran escala: con sus fuerzas muy dispersas y sus reservas de armas y municiones agotadas después de meses de retraso por parte de su proveedor más importante, Estados Unidos.
Ahora, viene en camino más ayuda estadounidense y el Parlamento de Ucrania ha modificado las reglas de reclutamiento militar para intentar tener más soldados. Pero Rusia parece estar intensificando la presión.
Los funcionarios ucranianos, al mismo tiempo que su reciente petición de tener mayor libertad para disparar armas de fabricación estadounidense en territorio ruso, han señalado una mayor concentración de tropas, incluso justo enfrente de la región de Sumy.
Las zonas fronterizas de Ucrania podrían estar a punto de volverse aún más peligrosas.
Yurii Shyvala, Dzvinka Pinchuk y Oleksandr Chubko colaboraron con reportería.