En el frente, a las afueras de Bajmut, Ucrania, una comandante de 32 años de un pelotón de artillería del país se balanceaba de un lado a otro en el asiento del copiloto de un Lada destartalado, mientras otro soldado conducía el auto a través de un denso bosque, derribando a veces árboles jóvenes. Cuando llegaron a su destino, un pequeño pueblo situado a poco menos de 3 kilómetros del frente ruso, solo quedaban casas destruidas, con los tejados destrozados visibles a la luz de la luna.
La comandante, una mujer soldado cuyo nombre en clave es Witch, solía ser una abogada que, junto a dos de sus hermanos y su madre, se enlistó en el ejército al día siguiente de la invasión rusa en febrero de 2022. Su primera experiencia en combate fue en las afueras de Kiev ese año y gran parte de lo que ha aprendido sobre sistemas de armas desde entonces ha sido de manera autodidacta y sobre la marcha.
Desde principios de 2023, Witch ha estado con su pelotón en la Brigada 241 en la zona alrededor de Bajmut, supervisando todos los sistemas de artillería. Está decidida a seguir en el ejército aunque termine la guerra. “La gente que quiere unirse a las fuerzas armadas debe entender que es un estilo de vida”, dijo.
A medida que Ucrania lucha contra los feroces ataques rusos y sus pérdidas aumentan, el número de mujeres que se unen a las fuerzas armadas ha incrementado y cada vez son más las que se presentan como voluntarias para desempeñar funciones de combate. El ejército ucraniano también ha emprendido una labor concertada para reclutar a más mujeres y así llenar sus filas.
En este momento, alrededor de 65.000 mujeres prestan servicio en las fuerzas armadas ucranianas, lo que representa un aumento del 30 por ciento desde el comienzo de la guerra. Unas 45.000 son militares y el resto ocupan puestos civiles, según el Ministerio de Defensa. Un poco más de 4000 están en puestos de combate.
A diferencia de lo que ocurre con los hombres ucranianos, no existe un servicio militar obligatorio para las mujeres; sin embargo, las que estudian medicina o farmacéutica deben registrarse para prestar servicio militar.
Estas mujeres ocupan un número cada vez mayor de puestos en el ejército: médicos de combate en unidades de asalto; artilleras superiores; francotiradoras; comandantes de unidades de tanques y brigadas de artillería y al menos una copiloto en un equipo de evacuación médica que sueña con convertirse en la primera piloto de helicópteros de combate de Ucrania. Decenas de ellas han sido heridas en combate, algunas han muerto o han sido capturadas.
A lo largo del frente de batalla, operan bajo el mismo manto de miedo y penurias que los soldados varones. En el húmedo fuerte donde Witch y uno de sus equipos de morteros pasaban la mayor parte del día, esperaban casi a oscuras en el sótano. Encender las luces significaría que la cuadrilla no podría ajustar la vista a la oscuridad con rapidez si tuviesen que salir a abrir fuego.
Más al norte, una comandante con el nombre en clave Tesla, antes cantante folclórica ucraniana, estaba sentada encorvada en un taburete en la casa vacía que servía de cuartel general de la Brigada Mecanizada 32. Las fuerzas rusas de la región de Kúpiansk lanzaban descargas de artillería sobre las líneas ucranianas.
Tesla enviaba mensajes de texto y notas de voz a los soldados de su unidad mientras hablaba con el segundo al mando sobre el plan de batalla. Llevaba los pantalones arremangados, lo que dejaba ver unos calcetines naranja neón con caricaturas de aguacates.
Trataba de redirigir el fuego ruso sobre otro batallón hacia la posición de sus propios soldados, para que la otra unidad pudiera evacuar a un camarada gravemente herido. “Tres torniquetes en tres extremidades”, llegó la información en un mensaje de voz, dijo Tesla.
“Envíen uno más”, ordenó Tesla con un mensaje de voz, dando la orden a sus soldados de disparar de nuevo. “Cuando terminen, infórmenme”.
Hasta 2018, las mujeres tenían prohibido ocupar puestos de combate en el ejército ucraniano, aunque algunas hacían caso omiso de las normas. Las restricciones se han moderado desde la invasión rusa. El reclutamiento de miles de mujeres más en el ejército se ha visto como un paso en buena dirección del país, cuyas candidaturas para unirse a la OTAN y la Unión Europea aún están en revisión.
El inconveniente es que el ejército no ha sido capaz de adaptarse con la suficiente rapidez para darles cabida. Las soldados afirman que sigue habiendo una gran escasez de uniformes y botas para mujeres, chalecos antibalas correctamente ajustados y productos de higiene femenina. Esto las obliga a adquirir muchos artículos por su cuenta.
Por ello, organizaciones como Veteranka y Zemliachky han contribuido a subsanar esta brecha mediante la recaudación de fondos para proporcionar artículos adaptados a las mujeres.
Pero los problemas van más allá, hacia cuestiones de desigualdad y discriminación por razón de género.
Muchas mujeres que prestan servicio en funciones de combate afirmaron que los soldados varones y sus superiores directos en gran medida no discriminan por razón de género, aunque siguen existiendo insinuaciones sexuales y comentarios inapropiados.
En cambio, son los mandos superiores, a menudo remanentes de la era soviética, quienes subestiman a las mujeres en el ejército, en especial en funciones de combate. En algunos casos, las mujeres optan por alistarse en brigadas de nueva creación con mandos más jóvenes y dinámicos.
“No quise unirme a una brigada creada hace muchos años porque sabía que no me harían caso como joven oficial y como mujer”, afirmó Tesla.
En una ocasión, un comandante de brigada estaba tan indignado con una mujer al mando de una tropa de artillería que la atacó de manera directa. “Te arrastrarás de rodillas hasta mí y suplicarás para irte cuando te des cuenta de que el trabajo es demasiado difícil y no te permitiré abandonar tu puesto”, recordó que le dijo, solicitando el anonimato para hablar con franqueza sobre un tema delicado.
También han surgido denuncias de acoso sexual. Según algunas mujeres, no ha habido canales oficiales para denunciar el acoso excepto los comandantes de batallón, que luego tienen que decidir si dan curso a la denuncia. En algunos casos, según las soldados, los testigos pueden negarse a declarar por miedo a las repercusiones.
Las soldados afirman que estos impedimentos, así como la posibilidad de perjudicar sus carreras militares, disuaden a las mujeres de denunciar el acoso.
Diana Davitian, vocera del Ministerio de Defensa, dijo que el 1 de enero el ejército puso en marcha una línea directa donde los soldados pueden denunciar el acoso sexual. Las denuncias se investigarán, dijo, y se tomarán medidas si las acusaciones resultan ser ciertas.
El ministerio también declaró que planeaba crear una unidad aparte dedicada a garantizar la igualdad de género y ofrecer programas educativos, incluido uno centrado en la lucha contra la violencia sexual relacionada con la guerra.
De vuelta al sótano, Witch recibió una llamada del puesto de mando: era hora de disparar. El equipo se apresuró a salir a un patio semicubierto situado a pocos metros, donde había un cañón de mortero preparado.
Se hizo el silencio mientras Kuzya, de 20 años, artillera principal del pelotón de morteros, observaba por la mirilla y leía las coordenadas en su teléfono. “¡Fuego!”, gritó alguien. Se dispararon varias ráfagas más antes de que el equipo volviera al sótano, a la espera de un posible regreso de los rusos.
Apenas unos meses antes, el novio de Kuzya murió en combate. Ella y Witch, quien tiene un hijo de 7 años al que vio pocas veces el año pasado, parecían encontrar consuelo en su mutua compañía. Las dos mujeres entrenaban en el mismo club de judo de Kiev, la capital, y al día siguiente de la invasión fueron juntas a la oficina de registro para enlistarse.
Para muchas mujeres, la guerra y el deseo de estar en combate es algo para lo que se han preparado durante años. Foxy, de 24 años, una exbarista convertida en artillera y médica, se ofreció como voluntaria para hacer redes de camuflaje después de la escuela durante toda su adolescencia, antes de trabajar con veteranos heridos. El año pasado, se enlistó en el ejército tras semanas de entrenamiento.
Su comandante anterior le dio dos opciones: “Eres mujer. Puedes trabajar con documentos o cocinar ‘borsch’”, recordó Foxy. “No tuve otra opción que hacerme cargo del papeleo hasta que me cambié de batallón”.
Entonces, pasó a formar parte de un equipo de morteros en algunos de los combates más intensos del frente en Bajmut, donde su equipo la trató como a una igual. “Aunque al principio me enfrenté a cierto grado de sexismo”, dijo, “siento que no necesito demostrar nada ni convencer a nadie de lo que puedo hacer”.
Evelina Riabenko colaboró con la reportería.