Durante más de un año, los funcionarios estadounidenses se han formulado, con discreción, una pregunta que no se atreven a plantear en público: ¿la invasión malograda de Rusia a Ucrania podría, al final, conducir a la caída del presidente Vladimir Putin?
Durante algunas horas caóticas y vertiginosas este fin de semana, la idea no pareció tan improbable. Sin embargo, incluso con el aparente final a la amenaza inmediata que representaba el ejército de mercenarios rebeldes de Yevgeny Prigozhin, el breve motín insinuó que el control del poder de Putin es más débil que en cualquier momento desde que asumió el cargo hace más de dos décadas.
Los efectos del motín dejan al presidente estadounidense, Joe Biden, y a los legisladores estadounidenses tanto con oportunidades como con peligros en quizás el momento más volátil desde los primeros días de la invasión a Ucrania. Un desorden en Rusia podría conducir a una ruptura en su esfuerzo bélico justo cuando las fuerzas ucranianas están montando su tan esperada contraofensiva, pero los funcionarios en Washington seguían nerviosos por un Putin impredecible y con armas nucleares que se siente vulnerable.
“Para Estados Unidos, es una ventaja que los rusos estén distraídos y esto debilitará su esfuerzo militar en Ucrania y hará que sea menos probable que continúen instigando nuevos problemas en lugares como Siria”, opinó Evelyn Farkas, directora ejecutiva del Instituto McCain para el Liderazgo Internacional y exfuncionaria del Pentágono. “Lo que más nos importa es asegurarnos que militares profesionales permanezcan en control de todas las instalaciones nucleares”.
El enfrentamiento armado que avanzó a Moscú, por breve que haya sido, representó la lucha por el poder en Rusia más dramática desde el fallido golpe de Estado de línea dura contra Mijaíl Gorbachov y la disputa de 1993 entre Boris Yeltsin y el Parlamento. Sin embargo, a diferencia de aquellos acontecimientos, Washington no tenía un favorito. Prigozhin no es más amigo de Estados Unidos que Putin.
Biden respondió a la crisis al no responder, optó por la cautela en lugar de manifestarse, lo que correría el riesgo de darle a Putin municiones para afirmar que todo era un complot extranjero, lo cual suele ser la primera línea en el manual del Kremlin cada vez que surgen problemas internos. Biden postergó su partida a Camp David para convocar a una videoconferencia segura con los principales asesores en la Sala de Oficiales de la Casa Blanca (un cuarto improvisado mientras se renueva la verdadera Sala de Emergencias) y también habló con los líderes del Reino Unido, Francia y Alemania.
Jake Sullivan, el asesor de seguridad nacional de Biden, canceló un viaje a Dinamarca que tenía como objetivo conseguir apoyo para Ucrania a fin de poder acompañar a Biden a Camp David y llevar a cabo la reunión por video que se planeó. El general Mark Milley, presidente del Estado Mayor Conjunto, también canceló una visita a Israel y Jordania. Sin embargo, excepto por el refrendo del apoyo estadounidense a Ucrania, el gobierno se mantuvo en silencio y dejó que los acontecimientos se desarrollaran mientras los funcionarios estudiaban los reportes de inteligencia en búsqueda de información sobre lo que estaba pasando.
El gobierno de EE. UU. ha elaborado planes de contingencia para tal escenario durante mucho tiempo, pero el sábado tuvo dificultades como todos los demás para extraer información concreta de Rusia e interpretar lo que significaba, por lo que se apoyó mucho en las redes sociales y otras fuentes en línea como activos de inteligencia tradicionales.
Los funcionarios estadounidenses estaban prestando atención especial al arsenal nuclear de Rusia, estaban nerviosos por la inestabilidad de un país con el poder de aniquilar a la mayor parte del planeta. Sin embargo, un alto funcionario del gobierno señaló que no se detectaron cambios en la disposición de las armas de Rusia y tampoco cambió la postura nuclear de Estados Unidos.
“Se mueve bastante rápido, por lo que es difícil saber dónde terminaremos, pero los dos grandes problemas para Estados Unidos son el comando y el control de las armas nucleares y las implicaciones para los esfuerzos de Ucrania para liberar más territorio”, dijo James Goldgeier, profesor de Relaciones Internacionales en la Universidad Americana y especialista en Rusia.
Andrea Kendall-Taylor, analista experimentada de inteligencia rusa que ahora está en el Centro para una Nueva Seguridad Estadounidense, puntualizó que Estados Unidos tiene una capacidad limitada para influir en los eventos allí y debería concentrarse en prevenir la violencia y el desorden generados por la situación.
Agregó: “Washington debería evitar alimentar la paranoia profundamente arraigada dentro de Rusia de que Estados Unidos o la OTAN buscarán aprovechar el caos. Eso será importante para evitar una reacción exagerada de Moscú y a largo plazo si llega el momento de estabilizar las relaciones con alguna Rusia futura”.
De cualquier forma que lo miraran, los funcionarios estadounidenses vieron los hechos en el terreno como prueba de la posición erosionada de Putin. Durante meses, han estado monitoreando la creciente disputa de Prigozhin con los líderes del Ministerio de Defensa sobre el manejo de la guerra de Ucrania, preguntándose, como otros, por qué Putin toleraba una disidencia tan abierta y especulando si el presidente ruso la estaba alentando en secreto para sus propios fines políticos.
Pero ya el sábado había pocas dudas en la Casa Blanca y las agencias de seguridad nacional de que Prigozhin le había causado un gran daño a Putin. Prigozhin, otrora lugarteniente clave del presidente ruso que orquestó la interferencia en las elecciones de Estados Unidos en 2016, desacreditó públicamente toda la justificación de Putin para la guerra, refutando la idea de que la invasión fue una reacción justificada a las supuestas amenazas a Rusia por parte de Ucrania y la OTAN.
Además, en su discurso a la nación mientras se desarrollaba la crisis el sábado, Putin comparó la situación con 1917, cuando el último gobierno zarista se derrumbó en medio de una guerra que iba mal, una comparación que solo alimentó la imagen de que en el Kremlin había un líder que estaba perdiendo su control sobre el país. Y al hacer un trato con Prigozhin solo unas horas después de amenazar con aplastarlo, Putin reforzó la realidad de que ya no tiene control exclusivo sobre el uso de la fuerza en territorio ruso.
“Una cosa está muy clara: Putin parece muy débil”, dijo Alina Polyakova, presidenta del Centro para el Análisis de Políticas Europeas en Washington. Pero un colapso del gobierno de Putin, agregó, plantearía sus propios peligros. Estados Unidos y sus aliados “deberían centrarse en apoyar a Ucrania mientras planifican todos los escenarios posibles, incluida la caída del régimen de Putin y su reemplazo por una facción de extrema derecha que será más brutal y menos contenida en cuanto a la guerra en Ucrania”.
Incluso suponiendo que se mantenga en el poder, a los políticos les preocupa que Putin pueda volverse más errático si se siente arrinconado. “La debilidad engendra un comportamiento más arriesgado por parte de Putin”, dijo Jon Huntsman Jr., exembajador en Rusia en la presidencia de Donald Trump. “Hay una nueva arruga en la ‘invencibilidad’ de Putin, que será explotada desde todos los ángulos”.
Para Ucrania, que ha estado trabajando en conjunto con los proveedores de armas estadounidenses y los funcionarios de inteligencia para expulsar a los invasores de su territorio, la lucha interna rusa fue un bienvenido bálsamo después de que su tan esperada contraofensiva tuvo un comienzo lento.
La organización mercenaria Grupo Wagner, dirigida por Prigozhin, se había visto como la fuerza rusa más efectiva en el campo de batalla, pero, con su líder carismático rumbo a un aparente exilio en Bielorrusia y el hecho de que sus tropas al parecer serán absorbidas por el Ministerio de Defensa ruso, es posible que ya no sea más la unidad de combate feroz que hasta ahora ha sido.
Desafortunadamente para Ucrania, la rebelión de Prigozhin terminó antes de que las principales fuerzas rusas fueran retiradas del frente para proteger Moscú, según información estadounidense. Sin embargo, los funcionarios de Estados Unidos anticipan que la discordia alimentará las dudas que ya plagan a las tropas rusas sobre el objetivo de la guerra y la competencia de su liderazgo. Además, pocos creen que Prigozhin es una fuerza agotada que simplemente volverá a vender hot dogs, como lo hizo cuando era joven. Los funcionarios estadounidenses anticipan que aún cuenta con cartas que jugar.
De hecho, Kurt Volker, quien fue embajador ante la OTAN y enviado especial para Ucrania, dijo que la revuelta de Prigozhin marca el comienzo del fin de la guerra y la gestión de Putin, incluso con el acuerdo que acabó con el avance hacia Moscú.
Añadió: “No hay que confiar en el retroceso. Esto es posicionamiento. Prigozhin quiere ser visto como un héroe para los rusos mientras busca más apoyo y hace exigencias. El Estado irá tras él y esa puede ser su excusa para defenderse ‘a regañadientes’”.
Como lo expresó Volker, “todavía falta que sucedan más cosas”.
Peter Baker es el corresponsal principal de la Casa Blanca y ha cubierto las gestiones de los últimos cinco presidentes para el Times y The Washington Post. También es autor de siete libros, el más reciente de ellos se titula The Divider: Trump in the White House, 2017-2021, el cual escribió junto a Susan Glasser.